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La Casa del Dragón: una ficción muy real

  • Nerea Fernández Cadenas

    Investigadora postdoctoral en la Universidad Carlos III de Madrid. Doctora en Historia Antigua por la Universidad de León. Actualmente, imparto asignaturas en grado y máster relacionadas con la Historia Antigua, el patrimonio cultural y la recepción de la Antigüedad. Su investigación, financiada por el programa nacional Juan de la Cierva (FJC2021-046456), se centra en las pizarras época visigoda como fuente para analizar la sociedad rural y la recepción de la Antigüedad Tardía en el mundo moderno.

La Casa del Dragón, el famoso spin off de la serie Juego de Tronos es una auténtica demostración del poder de la mujer en la tierra de Poniente. Reinas envueltas en auténticas luchas por el domino del territorio, traiciones y estrategias que van a ser decisivas para el futuro del Trono de Hierro.

Y cómo en casi todo, la realidad supera la ficción. A lo largo de la historia existieron reinas cuya influencia fue decisiva en el porvenir de los reinos. Una de las más poderosas, sin duda, fue la reina Gosvinta. Esposa, madre y abuela de reyes. Mientras todos perecían ella se mantenían en el poder.  Su estela se deja sentir en los escritores de la época que la acusan de traiciones, violencia y herejía.

Las primeras noticias que tenemos de la reina Gosvinta nos la presentan como esposa del rey visigodo Atanagildo (555- 567). A la muerte de este, contrajo nupcias con quién será el futuro rey Leovigildo (568- 586), que fue el monarca que logró unificar todo el territorio de la península ibérica bajo dominio visigodo.  Durante su reinado se produjo un conflicto familiar vital para comprender la influencia de la reina Gosvinta: la revuelta de Hermenegildo (580- 584), que supuso una pugna por el control político del Reino Visigodo de Toledo entre el propio rey y su hijo mayor, Hermenegildo.  

La mayoría de los escritores de la época resaltan la intervención de Gosvinta en el conflicto. Gregorio de Tours, que escribe desde el vecino reino de los merovingios, defiende que el conflicto tendría como causa principal una disputa doméstica de carácter religioso entre la reina Gosvinta y su nieta Ingunda,[1] que además era esposa de Hermenegildo. Este enfrentamiento se produciría por una discusión entre ellas ante la negativa de la princesa a abandonar el catolicismo y convertirse al arrianismo, fe que profesaban la mayoría de los visigodos, incluida la reina Gosvinta.  Según Gregorio de Tours, Gosvinta reaccionaría de forma muy violenta ante la negativa, propinando una paliza a su nieta. El rey Leovigildo con el objetivo de restaurar la paz en la familia enviaría a Ingunda y Hermenegildo, quien por influencia de su mujer también se había convertido al catolicismo, lejos de la corte Toledana, a la Bética. Este exilio fue interpretado por Hermenegildo como un favoritismo del rey hacia su otro hijo Recaredo para sucederle en el trono, iniciándose así la revuelta.[2]

Fig.: Árbol genealógico reyes visigodos y merovingios. En naranja reyes visigodos, en verde reyes merovingios; línea discontinua roja, compromisos matrimoniales.

Juan de Biclaro, escritor hispano autor del famoso Chronicon, acusa directamente a Gosvinta de ser la instigadora de la revuelta. [3] Gosvinta traicionaría a su propio marido, el rey Leovigildo, para restaurar a su linaje sanguíneo en el trono.[4]  Según esta hipótesis que Ingunda y Hermenegildo llamasen a su hijo Atanagildo, igual que el primer marido de Gosvinta y predecesor de Leovigildo, supondría una auténtica provocación destinada a restaurar al linaje de Gosvinta en el trono visigodo. Una lucha de tronos encarnizada que, si bien no eran de hierro, estaban bañados en sangre.

Los escritores de la época nos presentan a la reina Gosvinta como una mujer malvada, capaz de dañar y traicionar a su propia familia, una suerte de Cersei Lannister. ¿Pero era Gosvinta tan mala como Cersei? Los intereses personales de los narradores, Gregorio de Tours y Juan de Biclaro, nos hacen dudar de ello.

El Turonense escribe con la finalidad de preponderar la religión católica resaltando los males y errores que conllevan prácticas heréticas como el arrianismo. Por ello, la reina visigoda es presentada por Gregorio de Tours como perversa y violenta, al contrario que la católica Ingunda, quien representa la pureza y la bondad, así como la defensa de la fe al negarse a abandonar sus creencias católicas.

Por otra parte, la imagen de Gosvinta como traidora e instigadora de la revuelta, creada por el Biclarense, también es puesta en duda.  El hecho de que una vez sofocada la rebelión, el rey Leovigildo no hubiese tomado medidas contra su esposa desestabiliza esta teoría. Se podría pensar que los lazos de familiaridad que les unía provocaron que el rey se compadeciese de ella, sin embargo, su hijo Hermenegildo sí fuese condenado y exiliado lo que quebranta esta hipótesis de compasión familiar. Todo parece indicar que Juan de Biclaro tildó a Gosvinta como la principal instigadora de la revuelta con la pretensión de añadir un tinte arriano al conflicto. El autor escribía desde Hispania con el objetivo de ensalzar las virtudes del rey Recaredo como precursor de la conversión a la fe verdadera, el catolicismo, frente a la herejía profesada por los reyes anteriores.[5] Por ello, en esta vía de ensalzamiento de Recaredo, el Biclarense silencian intencionadamente la conversión al catolicismo de Hermenegildo, mostrando la revuelta como una usurpación arriana de la malvada Gosvinta.

No tendrían los visigodos dragones, ni tronos de hierro, ni fuego valyrio. Pero sí tenían reinan poderosas, cuya magnitud motivó que los escritores se hicieran eco de ellas. No sabemos si lo que nos cuentan sobre ellas es ficción o realidad.  Lo que si sabemos es que las reinas de la realidad superan la ficción. Gosvinta no fue una reina, fue la Reina. Reina de los visigodos, reina de reyes, reina entre las reinas. Una Alicent muy real.


[1] Gregorio de Tours, HF, V, 38.

[2] Esta versión de el Turonense es aceptada por historiadores como: WOLFRAM, H. The Roman Empire and It´s Germanic People: Berkeley: University of California Press, 1997, p. 342.

[3] Nam eoden anno filius eius Ermenegildus factione Gosuinthe tiranni dem assumens […]: Juan de Biclaro, CH, 54.

[4] En esta línea, S. Castellanos defiende que a la reina no le interesaba que accediera al poder Recaredo, pues no era de su sangre:  CASTELLANOS, S. Los godos y la cruz. Recaredo y la unidad de Spania. Madrid: Alianza, 2007, p. 116.

[5] Isidoro de Sevilla, HG, 52- 55; Juan de Biclaro, CH, 84.

  • Nerea Fernández Cadenas

    Investigadora postdoctoral en la Universidad Carlos III de Madrid. Doctora en Historia Antigua por la Universidad de León. Actualmente, imparto asignaturas en grado y máster relacionadas con la Historia Antigua, el patrimonio cultural y la recepción de la Antigüedad. Su investigación, financiada por el programa nacional Juan de la Cierva (FJC2021-046456), se centra en las pizarras época visigoda como fuente para analizar la sociedad rural y la recepción de la Antigüedad Tardía en el mundo moderno.

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