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De gigantes, titanes y dioses. Representaciones mitológicas de la monarquía hispánica y sus enemigos en la edad moderna

  • Borja Franco Llopis

    Profesor titular del Departamento de Historia del Arte de la UNED. Colaborador de la División de Coordinación, Evaluación y Seguimiento Científico y Técnico. Doctor en Historia del Arte (Universitat de Barcelona). Licenciado en Historia del Arte (Universitat de València).

Borja Franco Llopis UNED

La mitología grecorromana fue una fuente inagotable de metáforas para representar a los monarcas europeos durante la edad moderna. Estas leyendas fueron utilizadas para exaltar el valor y la valentía de los reyes y sus tropas, parangonando sus victorias y hazañas a las de Hércules, Apolo y Zeus/Júpiter, entre otros.

La mitología y construcción de imagen regia

Dos de las iconografías más habituales, interrelacionadas entre sí, para ilustrar el poder de los Austrias españoles fue las de la gigantomaquia y titanomaquia. Estas fueron narradas por Homero, Higinio, Ovidio y Plinio, entre otros, quienes nos cuentan la batalla entre dos bandos: los gigantes o titanes por un lado, y los dioses y héroes del olimpo comandados por Zeus/Júpiter, por otro. Tales contiendas se saldaron con la victoria de los segundos y reestablecieron el orden universal. El hecho que tales pasajes fueran escritos por tantos autores y recordados como unas de las leyendas más importantes de la mitología nos permite entender por qué los ideólogos de los programas visuales de vanagloria del rey las retomaron para publicitar las victorias militares, emparentando al gobernante con Zeus/Júpiter. Permitía recordar el origen mítico de la monarquía, a la par que su poder capaz de vencer a cualquier escollo.

Este tipo de narraciones, más allá de aparecer referenciadas en diversas crónicas históricas, tuvieron un papel muy importante en distintos programas visuales que se dieron, sobre todo, en territorio itálico e hispánico. Una de las más manifestaciones más fastuosas fueron las pinturas murales que decoraban Sala de los Gigantes del Palazzo Te (1532-1535), de Mantua, obra de Giulio Romano (Fig. 1). Este imponente conjunto pictórico, incluido en uno de los palacios manieristas más importantes de la Historia del Arte, ha sido relacionado por los investigadores con la visita de Carlos V a esta ciudad, tras su coronación en Bolonia (1530), previa invitación de Federico Gonzaga, aliado suyo en diversas contiendas, no en vano gracias a la intervención del Emperador fue nombrado I Duque de Mantua.  Si bien el nieto de los Reyes Católicos no pudo contemplar la obra acabada, sí que se cree que pudo admirar los diseños. Tales imponentes figuras, servían para ensalzarlo, pues se le compara, como se ha dicho, con Zeus vencedor. En este caso los historiadores que se han aproximado a su análisis opinan que estos gigantes no simbolizarían un enemigo en particular, sino todos los oponentes el emperador, haciendo más universal el carácter de las pinturas murales.

Los gigantes en el contexto de la Guerra de Túnez y la lucha ante el Islam

En otras ocasiones sí que tenemos documentos escritos que nos permiten relacionar a estos gigantes sometidos con un antagonista específico, principalmente por su aparición en programas iconográficos dedicados a ciertas batallas en concreto. En este contexto entendemos, por ejemplo, al erección de cuatro “statue gigantesche de’Turchi”, en forma de atlantes o telamones, en la Porta Nova de Palermo, una de las principales de la ciudad, junto al complejo palatino en 1535 para conmemorar la llegada victoriosa de Carlos V tras las victorias en la Goleta y Túnez, una de las hazañas más importantes del Emperador, al conseguir restituir el orden en tal territorio y, con ello, controlar la posible entrada de tropas otomanas al Mediterráneo.

Porta Nova de Palermo

Esta decoración fue en un principio planteada para un arco efímero, que debería ser destruido tras la finalización de las fiestas pero, debido al impacto que produjo en la población, se decidió reconstruir a modo de piedra, tal y como ahora la podemos admirar. Aquí la identificación con el enemigo islámico en general y turco en particular es evidente, gracias a que alguna las figuras portan turbante (Fig. 2). Pocos años después, en el viaje que el príncipe Felipe, futuro Felipe II realizó por Francia, el Norte de Italia y los Países Bajos en 1549, encontramos de nuevo esta  iconografía. Pudo admirar dos veces la alegoría del turco en forma de gigantes. La primera en Milán.  En este caso fueron 3, que simbolizaban: indios, bárbaros y otomanos. La segunda en Génova. En la decoración de uno de los arcos aparecía la lucha de los titanes contra los dioses olímpicos, vinculándose todo ello como el combate entre los enemigos de la fe católica y Emperador Carlos V. Kubler remarcó cómo estos diseños fueron grabados y publicados en grandes placas por Cornelis Floris, por lo que fueron fácilmente difundidos por todos los confines del imperio español, de ahí que no sea extraño que, como veremos, más tarde en Portugal, se siguiera recurriendo este esquema iconográfico para exaltar no la figura de Carlos V y el príncipe Felipe, sino la de Felipe III. Estas pinturas, a día de hoy perdidas, al haber sido creadas para una celebración festiva efímera, pudieron estar no solo basadas en los murales de Mantua, sino también en los que realizara Perino del Vaga, uno de los artistas más conocidos del norte de Italia, en la bóveda de la sala principal del apartamento de Andrea Doria en su Palazzo del Principe (Génova), considerada la obra maestra de dicho artista. Éstas han sido interpretadas como una alusión a Carlos V que aplasta a sus enemigos, a la luz de paralelos como la propuesta por Pietro Aretino en una carta al emperador de 1537, en la que comparó a los enemigos de este último, “el Turco” entre ellos, con los gigantes vencidos que desafiaron a Zeus y fueron destruidos por él.

Moriscos como titanes

Como se ha indicado anteriormente, esta iconografía es reiterativa en las entradas triunfales por la potencia visual e ideológica, que vincula al monarca con el dios más fuerte, de ahí que no sea extraño que casi un siglo más tarde siga representándose en la llegada de Felipe III a Lisboa en 1619 para jurar como rey de Portugal, justo en un momento en el que su política internacional estaba en crisis. Aquí se olvida este hecho y se organizan una de las fiestas más importantes, donde no se le ilustra solo como defensor del territorio cristiano ante los turcos, sino también se ensalza su decisión de expulsar a los moriscos en 1609, como si de una victoria militar se tratara. Por ello, aquí los gigantes no son protestantes ni turcos, como sucedía en los casos anteriores, sino cristianos nuevos expulsados. Tal iconografía se plasmó ya nada más entrar en la ciudad, donde llegó en barco, en una estructura colosal en el Terreiro do Paço, cerca de la Aduana. Al lado de otros arcos, se ideó un conjunto escultórico espectacular, que ilustraba la “fabula de la Guerra de los titanes […], por lo mucho que simboliza esta fabula con los temerarios intentos de los Moriscos, que convocando las fuerças turquescas i Africanas, […], intentaron pertubar la paz”. Sobre un globo terráqueo se esculpió a Felipe III como Júpiter, que con sus rayos hacía que “las monstruosas personas gigantescas” fueran “lançandose en un abysmo o gruta infernal” que se insertaba dentro del tablado. Lo que nos presenta un escenario totalmente barroco donde se rompen los espacios clásicos de representación, para aumentar el dramatismo de la acción.  Mientras que algunos cronistas solo refieren a los moriscos, cristianos nuevos expulsados en 1609 como titanes o gitantes, otras amplian el espectro de posibilidades al indicar que: “estos gigantes son conparadas a 4 naçiones contrarios a nuestra ley y contra el Rey Phellipe que los defiende, los sujeta y los ba acabando y echando del mundo como segunda coluna de la fe. El un jigante senifica la (h)erejia; el otro la casa otomana, que son los moros; el tercero los moriscos que hecho de España; el 4.° se compara a los judíos […]”

Con ello se ve cómo durante un siglo, se recurre a una serie de historias para relacionar al monarca con Zeus/Júpiter publicitando su poder ante los enemigos. La reiteración de los textos y la existencia de mediadores que explicaban tales imágenes al público nos hacen pensar que fueron entendidas por el pueblo quienes admirarían la grandeza de la monarquía y festejarían las victorias de sus tropas.

  • Borja Franco Llopis

    Profesor titular del Departamento de Historia del Arte de la UNED. Colaborador de la División de Coordinación, Evaluación y Seguimiento Científico y Técnico. Doctor en Historia del Arte (Universitat de Barcelona). Licenciado en Historia del Arte (Universitat de València).

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